21/08/15. Abandonamos Redondela no sin antes declararla ciudad gallega del ruido. Todos los aviones que van o salen de Peinador (aeropuerto de Vigo) la sobrevuelan, tiene dos viaductos elevados por donde transitan trenes con escándalo y ayer nos arruinó una hermosa siesta un campanario que repicaba cada cinco minutos. Yo me preguntaba "por quien doblan las campanas?" hasta que me di cuenta que era por nosotros. Alguien lo hacía por "xoder". Para martirizar peregrinos y hacerlos santos sin darse cuenta que yo ya lo soy, Santos Ortega.
Salimos hoy del albergue a las 07.30h y hemos caminado 18,7 kms hasta Pontevedra, a donde llegamos a las 13.30h. Hoy volvimos a encontrarnos con las "corredoiras" (caminos de tierra entre helechos dentro de tupido bosque). Atravesamos algunas aldea con profundo olor a mierda de las distintas especies de la cabaña ganadera. Ante mi ironía al respecto, una vaca me dijo que peor olemos los peregrinos. No quise polemizar y seguí mi camino. Nos hemos alojado en un convento donde tenernos el lujo de cama individual y un baño para los tres. Dedicaremos la tarde a la molicie y a hacer turismo. Mañana más.

Nota del transcriptor y Cronista Oficial de La Cosa (COC): ¡Hay que ver cómo debe haber cambiado Redondela para merecer ese duro juicio al peregrino! En esta villa este relator pasó todos los veranos de su niñez, adolescencia y juventud (hasta los 24). Muchos recuerdos, todos gratos le vienen a la memoria así como numerosos amigos/as de entonces. Incluso hasta su pareja conociola en esa villa, donde aún sigue teniendo raíces y querencias. Precisamente en esos bosques glosados más arriba iniciose en su juventud el Cronista en el arte de caminar por trochas y veredas, así como en investigar ruinas de periclitados edificios que ni siquiera merecían alguna reseña histórica, mudos testigos de industriosas y olvidadas actividades. Cuando aún no eran de acceso público los mapas topográficos, restringidos a actividades militares, el Cronista hubo de dibujarse sus propios croquis para no perderse (o más bien para encontrar la forma de hacerlo ordenadamente en las solitarias espesuras nemorosas y poder salir si era sorprendido en el crepúsculo por alguna dríade o meiga. Por cierto, nunca tuvo la fortuna de ser acosado/hostigado/vejado y/o forzado por ninguna: de entonces le viene su arraigado escepticismo)

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