21/06/16 – DIA 8: A DEGOLADA-CASTROVERDE, 19,75 km, 5h46’ (D591-A782) – MANOLO Y LA QUEIMADA

El hospitalero nos había dado ayer una indicaciones preciosas y acertados consejos. En efecto, para llegar a Lugo en la jornada nona se nos presentaban varias alternativas:
1. FonsagradaCastroverde, en la jornada de hoy (con el inconveniente de que tendríamos que recorrer para llegar nada menos que 32 km, dejando para la última jornada 21,9 km
2. FonsasgradaO Cádavo (Baleira), lo que supondría hacer en la jornada de hoy 23,4 km, pero dejando para la última 30,5 km
En ambos casos, era ya demasiado para nuestras maltrechas andaderas. Había, no obstante, otra alternativa, sugerida por el citado hospitalero: tomar el primer autobús que presta servicio de Fonsagrada a Lugo y bajarnos en algún punto intermedio.
Estudiado el caso y con una pinza en la nariz (especialmente Félix en la suya, como luego veremos) decidimos esta tercera vía como la más razonable; además, el madrugón no era necesario, ya que el autobús sale a las 7 y 10 de la mañana.
Así que, tras el desayuno en un bar frente a la parada (aprovechamos para despedirnos de Nacho que llega poco antes de marchar nosotros), y por la módica cantidad de 9 € los cuatro (que, como todo, abona religiosamente el Padre Ecónomo), el autobús nos ahorra 13,4 km de camino y nos deja a la altura de A Degolada. Nunca pagamos tan poco por algo de tanto valor, reflexión en la que coincidimos todos excepto Félix, que en adelante se lamentará de este –a su juicio- pecado, pretendiendo por añadidura que nos flagelemos los demás por ello.
No fuimos, por otra parte, los únicos "transgresores", puesto que una parejita joven (lo que tiene más delito) se subió con nosotros, y allí siguieron cuando nos bajamos.
Llegados al punto escogido (el cruce con el carreteril que baja hasta A Degolada), decidimos seguir por la carretera, pues más adelante, según información del conductor del autobús, el camino se cruza con ella. No es sino hasta A Lastra, casi 3 kms después, que nos topamos con él, desviándonos a la izquierda, aunque en el Alto de Fontaneira la volvemos a tomar otros 3 kms. hasta pasado O Trabeiro, en el que el camino atrocha hasta O Cádavo.
Unas ruidosas instalaciones de molienda de piedra nos acompañan con su atronador runrún durante un buen rato. El camino, sin embargo ha mejorado desde que entramos en Galicia, nada que ver con los carriles en su mayor parte descuidados de Asturias.
Pasamos por el Albergue, que ya han abandonado los caminantes (son las diez) y aposentamos nuestros reales en un bar donde desayunaremos churros (todo un lujo). Miguel Ángel nos acompaña, ya que la ruta parece discurrir por pistas y carriles. Pasamos junto a la pequeña Capilla del Carmen y unos niños, alentados por sus profesoras nos gritan a coro "Bos días peregrinos, Deus vos garde" . Llegamos a Vilabade y la dueña de un chiringuito móvil nos aborda y abruma, auxiliada por su marido. Nos sentamos a descansar a la sombra del templo de Santa María, restos de lo que fue un antiguo monasterio. Nos enseña la iglesia, y nos regala unos bolis "de promoción".
En un par de kms. nos presentamos en Castroverde: milagrosamente el albergue está a la entrada. Es nuevo y muy bien equipado. Nos instalamos, acicalamos y nos vamos a comer. Nos han recomendado dos restaurantes en el pueblo (ambos están más o menos a1 km del albergue): el A Lenda, y Pereira. Aunque el segundo está un poco más allá, nos decidimos por él y el dueño, con báquica alegría reflejada en su rostro sale a nuestro encuentro y nos pondera su casa. La verdad es que comemos francamente BBB, y el tal, de nombre Manolo y, al parecer, vicealcalde de Castroverde, nos invita a café y copa en su otro bar.
La camarera, de nombre Tamara (y de muy buen ver), está a punto de acabar su jornada y, mientras degustamos el cafetín y nos abruma Manolo con su elocuencia (nos cuenta que tiene amigos en todos los estamentos políticos, su afiliación política, etc.) se produce el relevo; la nueva camarera entrante también se llama igual (y también está de buen año). Nos tenemos que ir a nuestra siesta y Manolo se empeña en llevarnos en su Mercedes hasta el albergue; no hay manera de disuadirle. Como a la noche juega la selección de fútbol española, quedamos en ir a ver el partido en su bar. El Cronista le habla de la queimada y Manolo se ofrece para traer aguardiente, a condición de que sea el pecador quien la prepare, y en eso quedamos.
Así que, tras el reposo modorro, y deambular por los espaciosos salones del albergue, dejamos preparadas varias puertas para poder entrar por la noche, ya que se cierra a las 10, y pensamos volver más tarde.
Manolo nos tiene preparado un tentempié (así lo llama) a base de (buen) jamón, varios quesos, lomo, chorizo, que regamos con sidra a discreción, y llegado el momento de la liturgia queimadeira, es Miguel Ángel el encargado de leer el "Conxuro".
La queimada sale extraordinaria, es decir con éxito de crítica (alguna autóctona, no vaya a pensarse que el Cronista tenía claque) y público. Y acabada la función, comienza la colación, ya que como dice el refrán, las penas con pan son menos y España perdió frente a Croacia.
Manolo nos llevó de nuevo al albergue, donde pudimos entrar sin problemas ya que algún alma caritativa y avezada (Julio quizás) había dejado una piedra para impedir el cierre de la puerta.
Ya en la cama el Cronista reparó en que había dejado gorra y cortavientos en el bar de Manolo. Se vistió, fue caminando a recuperar su ajuar, y Manolo volvió a traerle de regreso en coche.

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