22/06/16 – DIA 9: CASTROVERDE-LUGO, 25,42 km, 6h43’ (A664-D908) – ¿FALTA MUCHO PARA EL ALBERGUE?
Son las 6 de la mañana cuando comenzamos a caminar, apenas está amaneciendo. Hoy nos va a acompañar Miguel Ángel pues se transita por pistas aptas para su lesión. Por una senda acabamos saliendo al bar de Pereira y cruzamos la carretera para bajar junto al río Chamoso hacia San Miguel y Souto de Torres por senderos que en algunos casos están invadidos por helechos y hierbajos, en paralelo a la carretera que va a unos centenares de metros a nuestra izquierda. En ninguno de estos caseríos hay ni bar ni servicios, así que en pleno monte, tras dejar atrás Vilar de Cas, a las 8 menos diez, hacemos un alto en una antigua cantera, sentados en unas viejas sillas de sus abandonadas oficinas.
Pocos metros antes, ha sido Javier quien, emulando a Félix ha obrado conveniente y liberatoriamente.
Poco después, en Gondar, nos encontramos con un área de "vending" (hasta con microondas). Nos detenemos para complementar la refacción precedente. Reanudada la marcha, la carretera local sin apenas tráfico, y cómoda de andar desemboca en la general a la altura de Bascuas. Hemos de seguirla durante un par de kms., desviándonos por un camino paralelo a la misma entre pinares a manderecha. A la altura del Barrio de Nazaret, preguntamos a un paisano que nos dice que por allí no hay bares, que hemos de salir a la carretera, cruzar la A-6 por un puente para llegar a una zona de bares. Así lo hacemos y en uno bastante tiñoso nos tomamos unos refrescos y un zumo natural de naranja extraordinario (y barato).
Tras alguna vacilación reencontramos el camino por el que descendemos fuertemente hasta el pequeño río Fervedoira que cruzamos por un puente. Ahora, aunque cansados hemos de repechar de nuevo, pasando bajo el ferrocarril, para llegar al casco urbano. Junto a la muralla, en la Puerta de San Pedro nos hacemos las fotos que testimonian nuestra "hazaña". Pero no está todo el pescado vendido, pues para llegar al albergue hemos de recurrir al auxilio de un amable viandante que se ofrece a acompañarnos. El tal albergue está: al final de Lugo, junto al Puente Romano que atraviesa el Miño, por donde sigue el Camino, pero en una ubicación desfavorable a nuestros intereses.
El albergue es cochambroso. Un antiguo edificio "modernizado" pero de manera cutre y barata. El de Borres era el peor de nuestra singladura, desde luego, pero este le sigue de cerca. Afortunadamente tenemos un cuarto privado con ducha exclusiva, pero cuyas salpicaduras rezuman bajo el suelo de sintasol barato.
No tenemos ganas de subir hasta el centro y tomamos un taxi, que nos lleva a un asador donde comemos discretamente, y nos volvemos al albergue a nuestra última siesta.
Por la tarde subimos intramuros para pasear por las murallas y nos sentamos en un cafetín de la Plaza Mayor, soportando, a cubierto, el último aguacero de nuestras jornadas. Callejeamos y acabamos cenando en uno de los baretos de la Rúa Bispo Basulto, con la catedral al fondo, que ya hemos visitado previamente.
En Lugo seguimos viendo caras conocidas, inclusive la italiana loca que parece más tranquilizada. En nuestro albergue están los Tres Mosqueteros de los que nos despedimos por la noche, aprovechando para compartir unas copas. Nos despedimos con un abrazo. Por la mañana aún oiremos desde nuestros balcones al valenciano con su particular estilo, pero no volveremos a verlos.
Como siempre nuestro cronista ha hecho su labor notarial con su proverbial estilo barroco, no dejando nada en el tintero. Pasará el tiempo y siempre recordaremos con cariño esos días de peregrinaje. Cuando los detalles se vayan diluyendo en nuestra memoria siempre podremos recurrir a estas crónicas. Gracias Puma.
Si. Y gracias por compartirla con los que no la hemos vivido en primera persona.
Buen camino ¡