NUESTRA SINGLADURA
Los componentes del "núcleo duro" de Edutours® debemos tener entre nuestros antepasados gente cazurra. Si no no se explica nuestro empecinamiento en ocasiones, sólo comparable al de los tapires que cuando se obcecan en pasar por un sitio, pasan, caiga quien caiga.
Las condiciones meteorológicas de ayer para nuestra ascensión al Alto Rey desde Prádena de Atienza desaconsejaban la aventura, y aún mas cuando, aproximándonos veíamos la montaña envuelta en espesos nubarrones, y las laderas sospechosamente blanquecinas por lo que, pensamos, una tenue capa de nieve.
Bueno, empezamos la subida por nuestro camino habitual, y a medida que ganábamos altura por la vertiente sur, pensábamos que el viento de 20 km/h del NO era desamiado pertinaz. Al llegar al primer collado, entre la Peña del Mediodía y la de los Rollos, el viento, gélido, ya era frescachón (os recuerdo que ello equivale a fuerza 7 en la escala de Beaufort), y, a medida que ascendíamos, la niebla nos hizo a veces perder el camino, ese que os decíamos que estaba jalonado con esquíes.
Tan espesa era la fosca que, cuando tras hora y media de penosa progresión ascendente atravesando la cencellada, alcanzamos las primeras antenas, casi nos damos de bruces con ellas, de tan cerrada que era.
En principio habíamos considerado volver por el cordal, que es un trayecto bastante más corto, pero optamos por regresar por el vallejo del Pelagallinas para evitar tanta penuria. Estas dos horas pueden contarse entre las peores invernales que nos ha tocado transitar, y hemos hecho unas cuantas.
Por fortuna, la niebla comenzó a levantar y, a sotavento de la ermita, nos las arreglamos para hacer el receso necesario para nuestra refacción y, cuando estábamos casi a los postres, al Cronista le sobrevino un repentino "golpe de frío" y tuvo que reanudar precipitadamente la marcha. A lo largo del descenso hubo de aliviar sus entrañas varias veces (afortunadamente el bosque protegía sus posaderas del viento traidor).
Alcanzado el vehículo, el somatén se encaminó a Hiendelaencina donde, en el conocido mesón, y pese a lo avanzado de la hora (cinco de la tarde), pudieron degustar un buen cabrito al horno, regado con cervezas y vino, a más de patatas bravas, ensaladas y una selección de postres sabrosones, no renunciando el citado, pese a su delicada flojera de vientre, a ninguno de los enjundiosos platos, lo que causó la befa del resto de la cuadrilla.
Después de lo sufrido, bien nos merecíamos una buena colación en condiciones. Es de reseñar que el DD manifestó que "se apañaba con unas tapas", pero no se cortó a la hora de atacar las patatas bravas ni el asado.
Una vuelta amenizada por las continuas incidencias del cronista y sus "obras"... magnífica salida en cualquier caso...