El agua es el compuesto más importante presente en nuestro planeta, que en sus tres cuartas partes está cubierto por ella. Es esencial para la vida (nosotros mismos somos agua en nuestra mayor parte: en una proporción muy similar: entre el 60 y 70 por ciento).
Una gran parte de los procesos químicos no sería posible sin su presencia y, desde luego la vida no existiría sin ella.
¿Quién no siente una sensación placentera al oír el rumor de un arroyo?
¿Será casual que de los más de 400 lugares que ha hollado vuestro Cronista, los que más ha repetido son los ríos y sus barrancos? Cuando hay tantos lugares nuevos por conocer, parece un contrasentido insistir en lo "déjà vu". Como ejemplos: La Hoz de Tragavivos, en Cuenca, en cinco ocasiones, la ruta de los Cortados de Uña (río Júcar), también en Cuenca, en nueve, el río Chíllar, en Málaga, en siete.
En todas ellas existe, además un elemento singular: el recorrido, siquiera parcial, transcurre por un caz, que en los tres casos citados, lleva el agua hasta una central hidroeléctrica, discurriendo a cierta altura por lo que sólo personas que no adolezcan de vértigo (o que sepan dominarlo), disfrutarán con la extraordinaria experiencia. Por esta razón son rutas solitarias en las que rara vez puedes encontrar gente.
Este último martes, acompañando a los edutoursianos Cristina y Miguel Ángel, de visita por estos lares, que tanto gustan al Cronista, y donde quedan aún numerosísimos lugares que le gustaría recorrer, a pesar de haber perseverado en este empeño más de 400 horas en los últimos 25 años, hemos recorrido, por séptima vez, el río Chíllar. Nada que ver con aquellos recorridos que hacíamos por el mismo hace más de 20 años, en solitario. Ahora es una auténtica romería de gente variopinta, aunque abundan los excursionistas bullangueros y ocasionales. Siempre es encomiable que la gente se aproxime a la naturaleza pero la masificación, obviamente, acaba por afectarla, hasta el punto que se ha prohibido la circulación de vehículos por el cauce y es obligatorio dejar el coche en ¡¡aparcamientos habilitados ex profeso para la visita!!. Nosotros entonces llegábamos en auto hasta la Central del Salto Grande y, si acaso, compartíamos plaza de aparcamiento con un par de coches a lo sumo (tampoco había sitio para más).
Ello obliga a recorrer un tramo suplementario de unos 2,5 km (que en ida y vuelta suponen 5), a añadir a nuestra ruta, si bien se consigue que de los centenares de personas que acuden en verano en un día laborable, bastantes menos lleguen mucho más allá de los Cahorros, a hora y media desde los aparcamientos. Llegar a la cascada supone otra hora suplementaria y superar algunos tramos algo escabrosos, por lo que aguas arriba de la misma ya es menos probable encontrarse con gente.
Y si llegamos hasta el punto en el que una compuerta desvía parte del agua del río hacia el caz de la central (otra hora y cuarto y con más dificultades aún que en tramos anteriores), aún menos.
Nosotros, como hemos hecho siempre, con una única excepción en 2005, volvimos por el canal, que fue acondicionado ya hace unos años, poniendo pasamanos en los puntos peligrosos (un simple resbalón era mortal de necesidad).
Un día magnífico, aunque el calor hizo mella en nuestros cuerpos, por lo que fueron necesarias varias cervezas en Nerja para recomponerlos y hacerle al Cronista olvidar sus calambres musculares.

Otrosí, este dice que el próximo día 16 pretende sumarse a una ruta en dos jornadas que el Grupo Patapumparriba va llevar a cabo en Sierra Nevada, ascendiendo a la Alcazaba y el Mulhacén desde Trevélez. Ya se os dará cuenta de lo que acontezca.