PARA AMENIZAR LA CLAUSURA - 16 (LAGUNAS DE LA NAVA Y DEL BARCO)
Ha habido etapas en La Cosa en las que nos proponíamos "machacar" un destino en particular, insistiendo en nuestras exploraciones una y otra vez hasta conseguir un mayor conocimiento de ese objetivo. Fuera por interés desde el punto de vista paisaje, notoriedad del paraje o razón histórica, multiplicábamos las incursiones vez tras vez. Así el Hundido de Armallones (erróneamente atribuido al terremoto de 1755), las Salinas de la Inesperada, por citar únicamente dos en el Alto Tajo, o La Camaleta en la Foz de Arbayún, en el norte.
Uno de eos casos fue el Desierto de Bolarque (que no se trata de ningún paraje árido, como podría parecer, todo lo contrario: hoy día es de difícil acceso por frondoso, sino que debe su nombre a haber sido un lugar despoblado en el que se establecieron tres monjes carmelitas a finales del S XVI, a los que se les fueron sumando eremitas tanto eclesiásticos como civiles y se acabo construyendo un convento donde se reunían los ermitaños más o menos regularmente, porque pasaban sus días aislados cada uno en su eremitorio.
El acceso hoy es complicado, porque los caminos han desaparecido, pero no cejamos en nuestro empeño en alcanzar alguna de las ruinosas ermitas, y los restos del monasterio.
Fue tal nuestra insistencia y obstinación que un buen amigo, himalayista, con el que hemos tenido el honor de explorar y vivaquear varias veces llegó a preguntarnos si para nosotrosi "había vida fuera del Desierto de Bolarque".
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