16/06/16 – DIA 3: SALAS-TINEO, 22,31 km, 7h01’ (A1129-D791) – LA TENDINITIS

Salimos a las 7 menos cuarto, y rápidamente nos internamos en un frondoso bosque, por un sendero que sube imparable, remontando el río. Lo abandonamos temporalmente por la derecha para bajar hasta la Cascada del Nonaya, y en la remonta, nos topamos con Fernando que ha tenido ardores nocturnos. La lluvia ya ha empezado, y no parece que vaya a abandonarnos durante el trayecto, a juzgar por los pronósticos meteorológicos. En el Llanón abordamos un buen trecho por la carretera. Es la N-634, muy transitada, y no hay arcén. No se entiende muy bien cómo no se han habilitado otras alternativas. El caso es que en una curva sin visibilidad casi nos lleva por delante un camión. Por fin llegamos al desvío por un camino a la izquierda por el que seguimos a Porciles y Bodenaya, al pie de la Sierra homónima.
En La Espina abandonamos, por fin, la vecindad de la peligrosa carretera, y ya, por caminos seguimos rumbo SW. Hacia las 10 estamos ya bien remojados y, bajo un hórreo, Félix descubre un recoleto y bien equipado refectorio, junto a un mingitorio de campaña. La sala tiene máquinas de autoventa, buenas mesas y sillas. Nos desvestimos para cambiar ropa empapada por otra seca, tendemos los chubasqueros para que escurran, y nos entregamos a la manducatoria. Tras casi media hora de reposo, volvemos a vestirnos con nuestros chorreantes ropajes, y nos lanzamos al Camino, cuando llegan Víctor, Julio y el valenciano; tras ellos, Pilar, Antonio y Fernando.
Siempre ya por bellos caminos, faldeando la Sierra de Tineo, que se yergue a nuestra derecha llegamos tras otras tres horas a Tineo. El opulento Emilio nos recomendó el Palacio de Merás para alojarnos y también Pilar y Antonio, así que, con decisión férrea, obviando incluso tentadores cantos de sirena de una peregrina guiri, atravesamos el caserío (otra cuesta abajo más) y llegamos al tal palacio, que realmente lo es.
El Albergue es de lo mejor que puede encontrarse y el precio de 10 €/cama realmente excelente. Además da derecho a sauna y baño turco.
Miguel Ángel se queja de dolores en la pierna y para cerciorarse se acerca al Centro de Salud de donde regresa con un mal diagnóstico, aconsejándole que abandone la empresa. Aunque en un principio parece resignarse y evalúa las posibilidades de regresar a Oviedo en transporte público, luego veremos cómo con tesón y obstinada terquedad, sigue en la brecha.
Nos acicalamos y recomponemos y tras une breve visita a la farmacia, donde coincidimos con un francés y con Nacho (con quien intimaríamos más adelante), pasamos al elegante comedor con Antonio, Pilar y Fernando, que también han llegado.
La intensa siesta restaura nuestros cuerpos y espíritus y, como sigue lloviendo, decidimos cenar en el Bar El Bodegón que Nacho nos había recomendado en la farmacia. La intención inicial era hacerlo levemente, pero los callos estaban superlativos y la sidra también, así que, acompañados por Fernando, nos pusimos literalmente ciegos y nuestros propósitos de ser frugales diéronse al traste. Cierto es que Miguel Ángel fue quien más contribuyó a incrementar la media de ingesta callera, pues la gentil camarera, de la que hablaremos mañana, le sirvió una exclusiva y picante ración extra.

Quiero pelear con Edutours

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